miércoles, 28 de octubre de 2009

EN EL MUNDO ANTIGUO

Oriente próximo

Una de las formas más antiguas de prostitución de la que existen registros históricos es la prostitución religiosa, practicada inicialmente en Sumeria. Ya desde el siglo XVIII adC, en la antigua Mesopotamia se reconocía la necesidad de proteger los derechos de propiedad de las prostitutas. En el Código de Hammurabi se hallan apartados que regulan los derechos de herencia de las mujeres que ejercían dicha profesión[8]

Los antiguos historiadores Heródoto y Tucídides documentan la existencia en Babilonia de la obligación para todas las mujeres, al menos una vez en su vida, de acudir al santuario de Militta (la Afrodita griega, o Nana/Anahita) para practicar sexo con un extranjero como muestra de hospitalidad, a cambio de un pago simbólico.

La prostitución estaba bien presente en Cerdeña y Sicilia, así como en varias culturas fenicias, en las que se practicaba como rito religioso en honor de Astarté. La práctica de la prostitución se extendió por todos los puertos del Mar Mediterráneo, presumiblemente en alas de las expediciones comerciales fenicias.

En Israel la prostitución era común, a pesar de estar expresamente prohibida por la ley judía. Profetas como Josué y Ezequiel se oponían a la misma con vehemencia. Existía también como forma religiosa en el reino de Canaán, con la característica de que un porcentaje significativo de quienes la ejercían en los templos eran hombres.

La história bíblica de Judá y Tamar (Génesis, 38) proporciona una representación de la prostitución tal como se practicaba en la sociedad judía. La prostituta ejerce su oficio al lado de una carretera, esperando a los viajeros. Se cubre la cara, lo que la marca como una prostituta disponible (en claro contraste con la costumbre en las sociedades de Oriente Médio actuales, en las que las mujeres honestas deben permanecer con la cara cubierta frente a desconocidos). Exige como pago un cordero, lo que representa un precio bastante elevado en una economía eminentemente basada en el pastoreo; solo los más acaudalados podrían permitirse pagar cantidades equivalentes por un solo encuentro sexual. Aunque en la historia la mujer resulta no ser una auténtica prostituta, sino Tamar, la nuera viuda de Judah que pretendía engañarle para quedar embarazada, el hecho de que logre fingir dicha profesión de forma exitosa permite asumir que dichas costumbres eran las esperables con respecto a la prostitución en la época.

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